Es fundamental tener doble almohada o cabecera para apoyar mi linda cabecita y entregarme a la delicia de los sueños, el dormir con pijama o camisón dependerá de la estación del año, pero ahora en Otoño que es más frio que el año anterior calzo un buzo de polar, es el mejor, con calcetas de lana chilota o polar, sin sostén o corpiño, por un asunto de soltura, pero jamás sin calzones cuadros o bragas y menos ahora pues el terremoto sufrido en el mes de febrero dejó secuelas en el arte de irse a la cama, me carga el exceso de frazadas, con el cobertor y una buena frazada bellavista oveja Tomé de esas que ya no fabrican en mi país, porque a la empresa la hicieron quebrar, suerte la mía que la rescaté de la casa de mis viejos, allá por el sur.
Si no me acompaña la pierna peluda, bienvenido el guatero con agua caliente, antes estaba forrado por una funda polar, pero ahora está pilucho o uno con semillas que caliento en el microondas, claro que es para cuando hay alguna molestia muscular focalizada, además huele rico, porque las semillas son de lavanda, linaza, romero, si bien es cierto me obsequiaron hace tiempo un scaldassono o calienta camas eléctrico no lo uso, ya que me he enterado de un buen número de amigos y familiares unos bochornos y sustos que no les envidio y de algunos que ni para hacer el amor, sexo u ocasional polvo lo desenchufan, es un mata pasiones, aparte de quedar eléctrica.
Recuerdo que en mi Penco querido, pueblo sureño, costero, húmedo, lluvioso y frío en Invierno, mi vieja para que la cama no estuviera húmeda o fría le pasaba la plancha a las sabanas, algunas amigas el secador de pelo, otras calentaban las sabanas al calor de la chimenea y algunas tiraban al animal, mascota, regalón entremedio de la colcha para calentara el rincón.
Y por último duermo al costado más próximo a la salida de mi cuarto, pieza o dormitorio, decisión que adopté un día después del terremoto, debo sincerarme que me costó muchísimo escapar de mi cuarto aquella vez.