Estas últimas semanas hemos sido bombardeados con la escandalosa denuncia hacia el sacerdote chileno Fernando Karadima acusado de pedofilia, una serie de testimonios de víctimas en el Programa de Televisión Informe Especial han agudizado una crisis que ha tomado ribetes globales y que en definitiva le dan en el clavo a las directrices sobre lo que vendrá para la Iglesia Católica y ha puesto el actual Papa Benedicto XVI en jaque mate. Las invetigaciones de este doloroso caso ha sido presentado a los tribunales eclesiásticos (investigación que lleva cinco años) y recientemente al Ministerio Público.
Durante mucho tiempo hemos vivido la experiencia de una Iglesia que predica una moral atrasada en relación con la sexualidad, porque cada vez que se quiere referir a la anticoncepción o divorcio los sacerdotes no se hacen problema para opinar, sin embargo cuando se trata de crímenes cometidas por pedófilos vestidos con sotana guardan silencio o lo que es peor los encubren. No estamos hablando de pecados que cometen los fieles reunidos los domingos infidelidad, mentiras, violencia, robos, divorcio, anticoncepción, hablamos de crímenes horrorosos.
Si bien es cierto la Institución no es responsable de los crímenes pero, si de su encubrimiento, porque un treinta por ciento se somete a proceso penal o administrativo, un sesenta por ciento no se somete a proceso por su avanzada edad, el resto se acoge al decreto de dimisión del estado clerical, los trasladan de parroquias por todo el mundo o dejan de ser representantes de Dios por una dispensa de las obligaciones del sacerdocio.
El Papa ha declarado que la Pedofilia AHORA es un crimen y que éstos deben verlos los tribunales y no los obispos, con lo que puso fin a este especie de hábito casi instructivo de que aquellos que tuvieran conocimientos de un caso tenían que hablar con el superior, pero el fue el Director de la Congregación para la Dóctrina de la Fe en la época de Juan Pablo II, en donde se daban órdenes precisas para saber cómo actuar en casos de denuncias de abuso sexual, en primer lugar negarlo, en segundo impedir que cobre estado público, en tercero pedir que toda la Iglesia cuide a su miembro caído en desgracia. Un sagrado silencio, una sagrada protección. Entonces ahora que es el mandamás, cumplirá con sus dichos actuales.
Me resta expresar que los curas aparte de ser dirigentes religiosos, también son hombres, con virtudes y defectos, con enfermedades físicas y psicológicas, no por entregar la palabra de Dios están exentos de todos los males, creo en Cristo pero no cierro mis ojos y mente frente a los hechos, tampoco juzgo a todos los sacerdotes, sino mas bien, espero que saquen del cajón a las manzanas podridas y no se escondan en investigaciones añosas eclésiasticas sino que se entreguen a Tribunales civiles de justicia.
No quiero que el Papa represente nada mas que la maldad, si renuncia o no Ratzinger tiene mucho que decir y hacer ahora.
chile actualidad recuerdos reflexiones
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