Llevo semanas pensando, dándole vueltas a mi vida, a la idea de retomar este blog en el que pienso día a día, pero que, a su vez, tanto me cuesta reanimar. Lo intento.
Ya de vuelta, de un viaje al sur a la casa de mis padres y de un encuentro con toda la familia reunida en una boda maravillosa, no he parado ni un segundo en pensar en mi padre, cómo me siento al tiempo de su partida, cómo he sobrevivido a su falta, abrazando sus recuerdos, avistándolo en el rincón de su librero con sus lentes de marco grueso, revisando cada detalle en sus carpetas de documentos importantes, esbozando una gran sonrisa cada vez que me veía cruzar el umbral de su refugio, plagado de novelas del oeste, de ciencia ficción, narraciones terroríficas y de su último escritor favorito Wilbur Smith, misión que me dejó mi Enri de adquirir todo cuanto libro encuentre de este autor y lo he cumplido, en cada viaje al otro lado de la cordillera lo busco y emocionada lo encuentro y pasa a formar parte de las filas del librero de mi viejo.
El olor a encierro me trastorna, sentir el aroma a cirios apagados y flores marchitas me hacen desvanecer, oler y ver la muerte no es un plato de buen gusto, odio la muerte, le temía y sin mas no puedo hacer otra cosa que esperarla y de vez en cuando luchar contra ella. Intento cortar lavandas del jardín de Alice y ubicarlas en los cajones de los armarios para así suavizar las habitaciones, menta y toronjil en floreros de agua para refrescar esta casa que se me hace tan eternamente gigante y vacía sin ti, padre amado, cuanto te extraño y necesito, no es suficiente llevarte en mi corazón, no es suficiente soñar y despertar llorando porque ya no estás y esperar de madrugada encontrarme contigo y que me digas que estás bien, nadando en el mar de Coronel, volando como las águilas, acariciando la hierba verde, durmiendo sobre las nubes y saboreando el cacao a escondidas… quiero que bailes conmigo, quiero que camines por la orilla del mar tomado a mi mano y trepar juntos los nogales que tu mismo plantaste cuando yo era una niña, necesito tus consejos, necesito tus manos acariciar mi cabeza, necesito tus trazos para alcanzar la felicidad “la esquiva” así le llamabas, reniego de esta puta muerte que sin mas, sin permiso ni negación te llevó, dejándome suspendida y vacía.
Creo que es la primera vez después de tanto tiempo que me refiero a mi viejo en este blog y es que la angustia y la soledad me desbordó, me pilló sin medias tintas, frágil y dolida, espero una señal, si eso quiero una mínima señal de que nos encontraremos pronto para seguir un poco mas en esta vida…
Y que sepa la puta muerte que ya no le temo.