domingo, junio 28, 2009

LLUVIA...


Nos obliga, nos impulsa a aletargar el caminar, a cuidarnos de las inclemencias del tiempo, a buscar refugio, no sólo bajo un techo, sino también en ropas de abrigo y en deliciosas comidas, sopas humeantes y dulces que dejan caer sus hechizos.
Fui criada por la lluvia, aprendí a vivir con ella en Penco, en donde nací, la lluvia caía a chuzos, sólo necesitaba mis botas de agua para salir a mis madrugadoras salidas con mis amigas, una parca de plumas para acercarnos a la arena mojada de la playa en donde la marea era brava, el viento nos volaba de un lado a otro, tiritabamos pero nos gustaba sentirnos libres, volver al dulce hogar en donde nuestras mamás nos tenían preparadas sopaipillas y un buen tazón de milo humeante y la casa con aroma a eucaliptus, el típico tarrito con hojas al calor de la estufa.
La mayoría de mis amigos tenían estufas a leña era calefacción exigida en mi pueblo, otros usaban los braseros con carbón, tiempos lindos aquellos.
Hoy la lluvia y el invierno no es igual para mi, estoy rodeada de cemento y edificios, no huelo ni a tierra húmeda ni a eucaliptus, ya no me espera el calorcito de mi vieja, la calefacción es aire caliente salida de las paredes o el piso, veo llover a través del cristal de mi ventana y las sopaipillas no saben igual, en Santiago el invierno es muy triste...

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