Un día de esos, en que el alba arremete, dejando atrás las constelaciones, estrellas y uno que otro satélite de poca monta, cielo poblado por nubes de colores, viento norte silbaba, llegaba el día para demostrar y lanzarse al mar, como si nada pudiera detenerla, ni el agua fría ni los miles de seres voluminosos y microscópicos que habitaban el océano, ni la carroña ni la mierda en ella, ni el soplido del viento arrastrando miles de partículas de arena, ya es hora, los rayos del sol apenas entibian, es ahora o nunca, nadie habita esta playa, son pocos los que llegan y muy pronto se van, recomendaciones varias, tratar de recordarlas es casi imposible, es muy pequeña aun, las demás ya enfilaron, se atrevieron, quizás ya están mar adentro, nadando briosas y desafiantes, nadie vendría a ayudarla ni a rescatarla de un piño de curiosos boquiabiertos que no dejarían de observarla, puede que le resulte atractiva, extraña, colorida y totalmente fascinante.
Se siente casi preparada si no fuera por el extraño que se asomaba, paso ligero pero torpe, inmensamente torpe, trataría de esconderse, pero no, ya era tarde estaba a metros de la orilla, volver sería quizás su final, no podría estar sola por más tiempo, moriría o simplemente sería secuestrada.
Se detuvo y quedó inmóvil, paralizada, sintió algo pegajoso en su delicado y frágil cuerpo, la respiración casi mortuoria, el jadeo de su corazón, el jubilo rebosante de ese ser, de pronto un silbido y el monstruo de tres patas se alejaba, corriendo a medio correr, se salvó medio a medio.
Parecía que eso era un perro, aunque le faltaba una pata, pero bueno menos mal no le dio un tarascón y hasta ahí chao vida, llegaba la iniciación vital para sobrevivir en las aguas, irguió el pecho, respiró profundo y zambullida perfecta, el oleaje peleaba con la fragilidad de su cuerpo, pero no se daría por vencida, era la última, pero llegaría con vida, se lo había prometido a su madre que descansaba inerte en los huiros, pronto la invadirían las moscas y uno que otro animalejo del sector, era hora que sus enseñanzas las llevara a cabo.
Una gran ola la transportó al océano casi impenetrable, sintió temor, lentamente se alejaba de la orilla azotada una y otra vez contra las rocas, pero ya estaba allí tratando de lograr su meta, reencontrarse con sus hermanas y esperar el día no muy lejano de aquel depredador llamado humano, para ser homenajeada y aplaudida en un “ Jardín Marino” o tal vez transformada en un “ Carapacho” …. delicioso….
Limpiando mis archivos me encontré con este escrito del 21.03.05