martes, junio 01, 2010

PALOMILLANDO EN SANTIAGO


Cuando era una adolescente quinceañera, vivía en Penco al sur de Chile, junto a mis padres y en ocasiones por mis hermanos, porque siempre fueron unos patiperros empedernidos, bajo el aroma del mar y al suave viento de los cerros que cobijaban mi juventud pasaban los años, acompañada por una tropa de amigos, la mayoría varones con hábitos típicos de esos lares, fútbol, parranda, mar, sol, una que otra droga y campamentos con fogatas y guitarreo. La verdad es que quiero contar una anécdota, también me gustaría revelar un sueño que me persigue hasta el día de hoy, pero eso será cuento para un sincericidio posterior.

Las gaviotas me perseguían, si cuan sabe el creador que siempre me cagaban o escupían en mi cabeza, en el hombro, en mis piernas cuando reposaba mis ancas en la arena dorada, no se si era su blanco predilecto, o una señal, un presagio o que tenía mala suerte pero al parecer siempre me cruzaba en su planeo en los cielos celeste o grises, porque no importaba si fuera verano o invierno. Más de una “plancha” “bochorno” “vergüenza” pasé por culpa de estas aves, en ocasiones en pleno coqueteo con un mozalbete despistado o avistamiento de un atlético nadador o salvavidas las lindas plumíferas daban en el blanco, mis amigos se deleitaban con este acontecimiento y no paraban la talla o broma.

Ahora que transcurren mis días y mi vida en Santiago no me creerán que las palomas, si esta vez las palomas o me cruzo o arremeten sin benevolencia contra mi diminuta presencia, si ya no me cagan, pero chocan conmigo y no es cuento es la más pura verdad, pensé que era una estúpida coincidencia pero hoy quedó totalmente demostrado a las 07:45 de la mañana en mi caminata diaria al María Auxiliadora colegio de Catalina, ellas estaban ahí en el parquesito de Brasil, un bocinazo de los cientos de automovilistas que se dirigen a sus trabajos y estampida y voladura directo a mi rostro, hasta una pluma quedó en mi boca, ¡eso pasa por andar boquiabierta! No sufrí mayor percance, un poquito arañada, claro que pudo haber sido peor, más me imaginé estar en una de las películas de Hitchcock ¡¡¡como tanto!!!

Bueno yo no sé de personas que les suceda esto pero mi amiga Gisela le tenía un miedo atroz a las palomas, más bien le daba asco su presencia y muchas veces teníamos que rodear una plaza para no toparnos con ellas, debo reconocer que yo era de las que las alimentaba con miguitas de pan en la plaza tal cual como los viejitos o pensionados de mi pueblo o las espantaba cuando corría con Lukas, no creo que me estén pasando la cuenta por las travesuras pasadas.

La verdad que a mi no me producen ni miedo, ni asco, pero ya no quiero toparme con ninguna bandada ni de gaviotas ni palomas, mejor dicho ningún plumífero, aunque no le haría el quite a un chicuelo disfrazado de hombre pájaro que entretuviera mis días y una de esas me canturreara al oído.


LinkWithin

Blog Widget by LinkWithin